miércoles, 1 de junio de 2011

Cap 21 : Esas migas, ese aliento


Sé que lo relevante es lo que se queda por escribir cuando apago el ordenador. Por mucho que me esfuerce por atraparlo todo con palabras, al acostarme recuerdo una escena que es capaz de resumir el día, de justificarlo. Se acerca con la tranquilidad del animal que viniera a la orilla de lago de noche para beber sabiendo que no hay depredadores que le acechen. Si me levanto para encender el ordenador desaparecerá y sólo me dejará una huellas mezcladas con las demás. Así que me quedo tumbado en la cama, como si se me ofreciera la solución correcta al problema que momentos antes trataba de resolver escribiendo.

La imagen trae sus palabras. Mentalmente las leo, resignado al hecho de que todo ello se perderá cuando trate de escribirlo. Soy como ese personaje de Joseph Conrad que trataba de apagar un incendio por la noche llenando un cubo de agua en un río, confiado y lleno de prisa

“Una noche una choza llena de percal, algodón estampado, abalorios y no sé qué más, se inflamó en una llamarada tan repentina, que se podía creer que la tierra se había abierto para permitir que un fuego vengador consumiera toda aquella basura. Yo estaba fumando mi pipa tranquilamente al lado de mi vapor desmantelado, y vi correr a todo el mundo con los brazos en alto ante el resplandor, cuando el robusto hombre de los bigotes llegó al río con un cubo en la mano y me aseguró que todos “se portaban espléndidamente, espléndidamente”. Llenó el cubo de agua y se largó de nuevo a toda prisa. Pude ver que había un agujero en el fondo del cubo”.

Vuelco todo lo que ha sucedido en el día y me quedo esperando. Me tumbo en el sofá del salón, a oscuras, viendo las dos luces del receptor. La luz roja indica que hay conexión con el emisor, en el cuarto de los enanos. La verde, que tiene batería. Estoy a punto de quedarme dormido, pero esto es lo que claramente distingo de hoy, al margen del resto : unas migas y un aliento.

En la guardería les dan una galleta a cada uno cuando les recojo. Ella le da mordiscos despreocupados. Él parece que se esfuerza por comérsela siguiendo cierto orden. Al poco tiempo, él se queda dormido en el cochecito. Le toco la mano derecha para ver si se está quedando frío y noto las migas de galleta en su palma. Más tarde, ya en una cafetería, le pido a la enana que me dé un beso. Ella abre su pequeña boca y la acerca a mi mejilla. Me llega su aliento a galleta. Esas migas, ese aliento.

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