lunes, 25 de julio de 2011

Cap 25 : Un pequeño corte en el sobre

Los yogures especiales para niños tienen su sección propia en el supermercado, entre los desnatados y los energéticos. Es la parada que hago entre el pollo y las rebanadas de pan tostado de seis cereales, siguiendo una rutina que me evita hacer la lista de la compra antes. Es aburrido pero efectivo.

Hasta ahora siempre cogía los de diferentes sabores para dárselos de postre. Desde la última visita a la pediatra, que nos prohibió sólo el marisco y los frutos secos, estamos abandonando ese mundo infantil para ir acercándoles a lo que comemos nosotros. Dentro de poco, pues, habrá que suprimir esta parada de la ruta y saltar directamente del pollo (si no se va a preparar pronto, conviene no comprar el de granja porque aguanta menos) a las rebanadas tostadas (cada vez son más pequeñas, lo que me molesta, pero no sé ante quién quejarme).

Nuestra dieta gastronómica también es aburrida pero efectiva, lo normal cuando no se tiene tiempo para cocinar. Para evitar la tentación de sustituir la cena por alimentos que engorden, nos hemos prohibido tener dulces en la nevera. Sólo tenemos ensalada, tomate, lonchas de pavo, queso de Burgos, pimientos verdes y un trozo de lomo que envejece con nosotros tranquilamente junto a un paquete de pollo que siempre lleva dos días caducado cuando nos acordamos de él. No falta, en los cajones transparentes de abajo, alguna cebolla de la que surge un tallo : la mano que nos falta con las flores de la terraza nos sobra en la nevera. Somos agricultores accidentales. En la bandeja de en medio está la zona que reservamos para la comida de los enanos en lo que es una buena metáfora del espacio que ya les hemos dedicado en nuestras vidas.

Me paseo un tanto desorientado por la zona de los dulces hasta que veo en unas natillas una promoción en la que aparecen Zidane y Ronaldinho enfrentados. Con seis natillas, gratis, un sobre con cromos. No sé si les gustarán a los enanos, pero en ese mismo instante lo único que quiero en el mundo es el cromo de Zidane. Para darle un aire científico e imparcial a la compra, leo la información nutricional de las natillas, de las que lo único que realmente me ha importado hasta ahora es que estén dulces y sean de color amarillo. Postre lácteo : Leche, leche desnatada rehidratada, azúcar, nata, estabilizantes (E-1422 y E-450), leche en polvo desnatada, gelatina, aromas y colorantes (E-102 y E-124). Valor energético : 124 kcal (522kj). Proteínas : 3,4g. Hidratos de carbono: 18,4 g. Grasa : 4,1 g. Calcio 123mg. (20% CDR por unidad).

Me sorprende que de esa mezcla de ingredientes puedan salir unas natillas. Tres tipos de leche distintas, dos estabilizantes (En la intimidad, al E-1244 le llaman adipato de dialmidón acetilado, y al E-450, diosfato disódico)y dos colorantes. Lo más llamativo es lo de los dos colorantes, como si el experto encargado del color de las natillas pusiera el mismo empeño en lograr el matiz deseado que una recién casada con las paredes de su casa nueva.

-Estamos perdiendo el punto. ¡Más E-102 y menos E-124! – Me lo imagino escribiendo un e-mail y mandándoselo a todos los responsables de la empresa, como el perfeccionista Willy Bonka en su fábrica de chocolate.

Sopeso las natillas. No sé si es el momento de comenzar a darles a los enanos ingredientes con nombres de submarino. Y, además, puedo llevarme un cromo de Zidane, me digo. Tampoco será tan serio lo de los estabilizantes. Si ya se tragan cualquier pelusa que encuentren por casa, unos cuantos estabilizantes no les van a hacer daño. Dejo las natillas en la cesta y sigo con la compra.

Al llegar a casa, le enseño las natillas a Marta.

-¡Ah! La hija de Ruth está haciendo esta colección de cromos. ¿Me los das para que se los lleve?

Sería bastante egoísta quitarle esos cromos a la hija de Ruth, así que no diré que, una vez colocada toda la compra, cumplidos ya mis treinta y seis años, recorto la base del sobre con tijeras para ver si Zidane asoma su bota. No hay suerte : Litos (Málaga), Alberto (Getafe) Garitazo (Real Sociedad), Jandro (Alavés) y, en el cromo especial, uno de plástico transparente, Roquelme (Villareal)

Afortunadamente, a los enanos les encantan las natillas, así que todavía podemos seguir probando fortuna. Zidane no puede estar muy lejos. Junto a la información nutricional, deberían añadir un mensaje anunciando que se ha distribuido la misma cantidad de cromos de cada jugador, con lo que la probabilidad de que te toque Zidane es la misma que la de encontrarte con Cañizares. Porque es así. ¿No? ¿Alguien escucharía mi queja en caso contrario? ¿Y podría comentarle también lo de las tostadas? ¿O es que soy el único que se ha dado cuenta de que cada vez son más pequeñas?

Ya puestos a hacer preguntas. ¿Qué sería justo pedirle a la hija de Ruth por el cromo de Zidane en el caso de que lo tuviera?

miércoles, 6 de julio de 2011

Cap 24 : Recuerdo cómo brillaba el césped


Recuerdo cómo brillaba el césped las primeras veces que mi abuelo me llevó al Bernabéu. Yo todavía no era socio, así que él compraba una entrada para el campo y se acercaba a hablar con el responsable, que no dejaba de mirarme. Yo me sentía violento. Me fijaba en todo menos en aquel hombre al que mi abuelo trataba de convencer y que parecía estar a punto de preguntarme aquella parte del examen del día siguiente que no me podría preparar por ir al partido.

-Bueno, que pase, pero que sea la última vez – decía. Y yo escuchaba cómo, con voz muy, muy baja, añadía que mañana iban a preguntarme por los cuadros de Velázquez y que ahí no estaría mi abuelo para ayudarme.

Entrábamos en el estadio y teníamos que subir unas escaleras para poder acceder a la zona en la que se veía el partido de pie. Ascendía lentamente los escalones esperando la imagen de un césped que, envuelto ya el estadio por la oscuridad de la noche, brillaba.

Ahora el estadio es más grande, todas las zonas son de asiento, han desaparecido esas barras junto a las que me obligaba a colocarme para protegerme cuando marcábamos un gol y todos los aficionados se empujaban hacia delante, los baños están siempre limpios, hay un ascensor que te lleva al último piso, puedes elegir qué bocadillo comprar en el descanso, y hay estufas para los días de frío, sí, pero el césped nunca ha vuelto a brillar como en aquellos primeros días.

Tampoco quedan vigilantes a los que convencer. Se pasa el código de barras del abono por un lector y este responde con un círculo rojo o una flecha verde.