lunes, 6 de septiembre de 2010

Cap 17 : Esas hormigas que cubren a un animal


Todas las noches, antes de acostarme, me esfuerzo por escribir sobre algo nuevo que hayan hecho los enanos durante el día. Quiero dejar constancia de esa primera vez. La gran cantidad de fotografías digitales que les estamos haciendo no les servirán para conocer su historia. Podrán ver su vida como hasta esta generación nadie ha tenido la posibilidad de hacerlo, pero esas fotografías, rondando lo importante, no darán con ello. A veces lo importante puede estar en la forma en la que repiten una canción que escuchan, en los extraños sonidos que utilizan para pedir algo ahora que todavía no han aprendido a hablar o en su reacción cuando escuchan la palabra “yogur”.

Me digo que es por ellos, que, de alguna forma, saber todos esos detalles de su vida les servirá para tener un anclaje en la realidad. Podrán aguantar de pie cuando lleguen esos momentos en los que se cuestionen su lugar en la vida , que es la verdadera duda metódica, no esos juegos florales de Descartes. Así sabrán que ya desde el primer momento fueron importantes.

Esta es una razón, pero no la única. También influye el deseo de luchar contra el tiempo o, como lo cuenta Rosa Montero en “La loca de la casa”, contra la Muerte, que es un sinónimo de la desaparición de todo lo que olvidamos. En mi caso no es una muerte con mayúsculas, sino una serie de pequeñas muertes que danzan alrededor del día como esas hormigas que cubren a un animal, lo matan y no dejan nada de él. Con los enanos el tiempo va más deprisa. Los cambios son tan rápidos que la sucesión de hechos nuevos acaba primero por reducir el pasado y después por borrarlo. Es como asomarse por la ventana del tren para ver por dónde se está pasando y descubrir que es tal la velocidad a la que se viaja que los nombres de las estaciones se unen en una gran frase.

Lo único que permanece constante es el cansancio con el que nos hemos acostumbrado a vivir. Cuidar a dos mellizos es algo muy exigente. Ese cansancio nos fija al presente y nos hace creer en la persistencia del momento : el llanto de esta noche, la negativa a tomarse el Augmentine o la insistencia con la que lanzan el mando contra el suelo son sucesos que parece que vayan a repetirse indefinidamente. La tramposa evidencia del presente. Basta relajarse un poco para sentir la velocidad del tren y saber que también eso pasará y que, de alguna forma, lo echaremos de menos.

Son las dos de la mañana. Al lado, tengo el receptor con el que vigilo el sueño de los enanos. La luz roja indica que hay corriente, la verde, que hay conexión con el aparato que hemos puesto en su habitación. Hoy no ha sido un día del que sea fácil recuperar dos hechos nuevos. La enana ha estrenado dos pendientes nuevos porque ha vuelto a perder la tuerca de uno del juego anterior. El enano ha vomitado en la terraza, que era el único sitio de la casa en el que hasta ahora no lo había hecho. No es gran cosa. Sé que alguien con más talento se habría fijado en otros detalles más relevantes de hoy. Hay días, sin embargo, en que sé que he acertado con lo que recojo. Esa sensación de dar con lo significativo hace que las palabras salgan con fluidez y que, al acostarme, me lleve a la cama la impresión de haber hecho algo importante. No es el caso de esta noche. Son las dos y cuarto y estoy cansado.

Mañana, según leo, Zidane puede jugar contra el Mallorca. Será su primer partido después de la lesión, por lo que no saldrá de titular..