martes, 27 de julio de 2010

Cap 12 : Vasco Moscoso de Aragón

En 1929 llega a Periperi, un pequeño pueblo costero ,cercano a Bahía, Vasco Moscoso de Aragón. Los curiosos que están en la estación cuando baja del tren ven algunos de los objetos que forman su equipaje : un telescopio, una brújula, un anemómetro, un sextante, un higrómetro y una rueda del timón. A todos ellos, pero sobre todo a uno, Zenquinha Curvelo, no les cabe ninguna duda : se encuentran ante un verdadero lobo de mar cuya presencia va a animar al pueblo.

Periperi, como cuenta Jorge Amado en “Los viejos marineros” tiene una población estable formada por jubilados y retirados de los negocios que desembarca ahí con el deseo de prolongar sus años, lejos de la agitación y del deseo. Todos los que viven ahí se saben rondados por la sombra de la muerte, muy diferente de la de Bahía :

“Allí se prolongaba el tiempo, nada lo apresuraba, los acontecimientos duraban sucediendo. Y el más largo de todos era la muerte, jamás trivial y rápida, siempre fulgurante y demorada, apagando con su llegada todas las apariencias de vida del lugar”

El primer acto público de Vasco Moscoso de Aragón es la visita a un velatorio. Ahí, vestido con su chaquetón marinero, se fija en el rostro de la mujer fallecida, que le recuerda a Soraya, una bailarina árabe. Su narración es tan convincente que todos los asistentes al velatorio son capaces de ver a la bailarina bailando entre ellos, olvidándose del cerco de la muerte.

Comienza así a crecer la fama de Vasco, que parece tener un repertorio inagotable de historias referentes a su vida como marinero. Todo el pueblo le cree, salvo un pequeño grupo, liderado por Chico Pacheco, que, envidioso de la atención que se le presta al recién llegado, trata de descubrir si lo que cuenta Vasco de sí mismo es verdad o, como se rumorea, se trata simplemente de una gran mentira que ha construido para ocultar que no es sino un comerciante, dueño de una tienda de ultramarinos, que jamás ha pisado un barco.

En el libro de Amado, Curvelo representa al grupo de los que, enfrentados a Chico Pacheco y su gente, creen, sin ninguna duda, en la palabra de Vasco, seguros de que se encuentran ante un experimentado marino. En la prensa de hoy leo que los periodistas tienen otros nombres que añadir al grupo de Curvelo : Robinho, Baptista y Roberto Carlos. Este último afirma :

“La gente acabara dando la razón a Luxemburgo. La mayoría de los clubes del mundo juega sin futbolistas en la banda. Sabe mucho”

Si Vasco miente o no, es algo que Jorge Amado cuenta en el resto de la novela, cerrando la historia con uno de esos giros mágicos que tanto les gusta a algunos lectores y que a mí me sienta como una patada en la boca.

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